Las personas tendemos a compararnos constantemente y generalmente el modelo que escogemos para hacerlo suele dejarnos en peor lugar. Esto en sí no es perjudicial, ya que con mesura, puede suponer un reto y una manera de superar dificultades y obstáculos personales. Ahora bien, si el modelo está muy alejado de la realidad, de nuestras posibilidades o incluso es un imposible, empiezan los problemas.
Desde hace unas décadas envejecer y que se note se ha convertido en el gran pecado de estos tiempos modernos. No tenemos que presentar ninguna arruga en el rostro, aunque ello nos impida expresar nuestras emociones; debemos rellenar unas partes de nuestro cuerpo con sustancias y vaciarlos de otras para mantener una figura eternamente joven, aunque ello nos suponga malestares evitables y correr riesgos innecesarios.
No estoy en contra de cuidar cuerpo, y mente, con alimentación sana, ejercicio y la utilización de cosméticos, fármacos o cualquier técnica más invasiva si está justificada (pienso en una reconstrucción después de la extirpación de una mama por un cáncer), pero encuentro injustificable la ligereza con la que muchas mujeres, y también hombres, se dejan inyectar, implantar, medicar o succionar por parecerse a ‘noséquien’ o querer mostrarse más joven que sus descendientes.
Aplaudo las declaraciones de determinadas actrices y personalidades en contra de la utilización desmesurada de estas técnicas, en especial las de Emma Thompson: "El botox sería una terrible traición hacia todo en lo que creo. No le veo ningún sentido. Tengo 50 años y pienso ¿por qué no puedo tener 50 años?, ¿qué tiene de malo? Me encantaría poder lavarle el cerebro a todas las mujeres del mundo y explicarles que no importa tanto su aspecto. Es una obsesión insana". Espero que al final acabe triunfando este modelo de persona.
Desde hace unas décadas envejecer y que se note se ha convertido en el gran pecado de estos tiempos modernos. No tenemos que presentar ninguna arruga en el rostro, aunque ello nos impida expresar nuestras emociones; debemos rellenar unas partes de nuestro cuerpo con sustancias y vaciarlos de otras para mantener una figura eternamente joven, aunque ello nos suponga malestares evitables y correr riesgos innecesarios.
No estoy en contra de cuidar cuerpo, y mente, con alimentación sana, ejercicio y la utilización de cosméticos, fármacos o cualquier técnica más invasiva si está justificada (pienso en una reconstrucción después de la extirpación de una mama por un cáncer), pero encuentro injustificable la ligereza con la que muchas mujeres, y también hombres, se dejan inyectar, implantar, medicar o succionar por parecerse a ‘noséquien’ o querer mostrarse más joven que sus descendientes.
Aplaudo las declaraciones de determinadas actrices y personalidades en contra de la utilización desmesurada de estas técnicas, en especial las de Emma Thompson: "El botox sería una terrible traición hacia todo en lo que creo. No le veo ningún sentido. Tengo 50 años y pienso ¿por qué no puedo tener 50 años?, ¿qué tiene de malo? Me encantaría poder lavarle el cerebro a todas las mujeres del mundo y explicarles que no importa tanto su aspecto. Es una obsesión insana". Espero que al final acabe triunfando este modelo de persona.
Y para completar este artículo que aparecerá en La Voz de Castelldefels, el dato "Unas 40.000 menores se someten a la cirugía estética cada año en España, según CECU" y el comentario que me envió la directora de La Voz al leer mi artículo de este mes que hace sonreir pero con el rictus torcido: 'En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para que sirven'
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